'Es más factible que nos caiga un rayo a que nos ganemos la lotería'

En Colombia caen 8 millones al año. Abril, mayo, octubre y noviembre, los meses más peligrosos.
“Que me parta un rayo si pasa esto, o no ocurre lo otro”, suelen decir muchos. Es una frase construida con una buena dosis de confianza, basada en la teoría que explica que las posibilidades de que un relámpago caiga sobre una persona, suelen ser ínfimas en la mayoría de las circunstancias. Por eso, cuando de manera excepcional una de estas descargas se desprende desde el cielo y hiere a algún transeúnte, el hecho suele verse y explicarse, como una mala jugada de la suerte o el destino.
Así ocurrió a mediados de marzo pasado, cuando el joven carabinero Rubén Darío Gutiérrez Velásquez resultó muy herido tras ser alcanzado por un rayo, cuando caminaba al lado de su caballo, en un predio cercano a las instalaciones de la Policía Nacional, en Bogotá. El animal que lo acompañaba murió al instante. Gutiérrez, por su parte, falleció 48 horas después.
Unos días más tarde, en Chíquiza (Boyacá), al tiempo que se descolgó un aguacero, ocho campesinos que acababan de trabajar en un cultivo de maíz, quisieron huir de la lluvia y se resguardaron debajo de una carpa. Allí les cayó un rayo. Tres de ellos murieron y cinco quedaron heridos. Nelson de Jesús Ospina, un agricultor de Amalfi (Antioquia), había muerto por una situación similar casi recién comenzaba el año. Pero a Nelson la descarga lo afectó en su casa y cuando acababa de guardar herramientas con las que se estaba electrificando la vereda Cestillal.
Tres casos conocidos en tres meses, que al contrario de la tradición, demuestran que morir por un rayo ya no debe ser visto como una eventualidad. En realidad, y aunque las probabilidades no lo avalen (se dice que es una opción entre varios millones), el que un rayo mate a una persona es más factible de lo que se piensa. Y más, si se habita en Colombia. Podría decirse entonces que ni Rubén Gutiérrez, ni los labriegos, y mucho menos Nelson de Jesús tuvieron mala suerte. Tal vez no fueron lo suficientemente precavidos. Aunque sus muertes, ocurridas casi en serie, nutrieron las conjeturas y llevaron a pensar a la ciudadanía que por alguna razón climática, en el país estaban cayendo más rayos de lo normal. Y no es así.
Investigadores y expertos en el tema dicen que desde la prehistoria, desde que el país nació como república, Colombia ha sido tierra de rayos. Se calcula que cada año, en los 32 departamentos caen 8 millones.
La Red de Detección y Predicción de Rayos de Colombia ha detectado aproximadamente, 36 millones desde 2011, cuando esta organización comenzó a trabajar liderada por el ingeniero eléctrico Daniel Aranguren.
La alta radiación solar que recibe la nación al año, combinada con la cantidad de días lluviosos que se producen en el territorio por estar ubicado en una zona tropical, son factores que impulsan la presencia de días tormentosos acompañados de descargas, que además causan la muerte de 100 personas anualmente, cifra que podría ser mayor porque la totalidad de casos no son reportados.
Para tener una idea de las dimensiones de la fuerte actividad eléctrica en la atmósfera colombiana, en el ‘corredor de rayos’ de Florida, una zona de Estados Unidos que tiene una de las más intensas ocurrencias de estos fenómenos en el continente, la densidad es de 16 rayos por kilómetro cuadrado al año. En Colombia hay sitios en donde se registran entre 60 y 80 rayos por kilómetro cuadrado al año.
Hay lugares en mayor riesgo que otros, como los municipios del norte de Cundinamarca, así como Boyacá y el sur de Santander. A esa parte de la geografía se suman la serranía de San Lucas, Nechí, Puerto Berrío y El Bagre (Antioquia), y el cerro del Perijá, en Ocaña (Norte de Santander). Medellín es además la urbe que recibe la mayor cantidad de rayos en el planeta, entre 10 y 15 por kilómetros cuadrado. En Bogotá se registran de uno a cinco, mientras en Samaná (Caldas) y el Magdalena medio, 60 por kilómetro cuadrado.
Por esas cifras es que el tema no puede reducirse a un escenario de pésima fortuna, como explica Horacio Torres, experto de la Universidad Nacional. Hay que tomar medidas, principalmente en meses lluviosos (abril-junio y septiembre-noviembre). “Y se requieren políticas de prevención, porque los accidentes por rayos se pueden predecir y prevenir, y principalmente en escenarios deportivos, parques y playas”, dice este especialista. Aranguren avala la petición de Torres, opinando que hay mucha indiferencia frente al tema.
Precisamente él recuerda cómo una persona fue alcanzada por un rayo en los alrededores del estadio metropolitano Roberto Meléndez, de Barranquilla, el día en que Colombia jugó con Ecuador durante las eliminatorias al mundial Brasil-2014, sin que se hubiera alertado a los miles de asistentes al evento, que estaban en riesgo.
“Ese día hasta el propio arquero, Farid Mondragón, explicó que cuando se juega en momentos de tormenta lo de menos es mojarse, lo grave es que los jugadores pueden ser impactados por un rayo”.
Estos escenarios deportivos no tienen inversiones para la protección ante descargas y mucho menos han hecho evaluaciones de riesgo. Esto, a pesar de que el fútbol profesional se juega casi siempre después del mediodía, y cuando las tormentas eléctricas están en desarrollo.
Esas horas son también muy usuales para la organización de bazares o conciertos que se desarrollan a la intemperie, y donde se piensa en todo menos en que, si llueve, hay que protegerse.
Son muchos los rayos que caen sin afectar a humanos. Pero hay miles que, aunque se perciben lejanos, dañan infraestructuras. 15.000 transformadores de distribución de energía son destruidos por rayos al año –más o menos 1.000 por departamento en el centro del país–. En la industria petrolera, causan al menos el 40 por ciento de las pérdidas de producción.
Y por volar en esta parte del planeta, los aviones colombianos o que usan nuestro espacio aéreo, reciben tres veces más impactos de rayos que en otros lugares del mundo.
El tema entonces no se puede despreciar. Recientemente, la BBC de Londres publicó el análisis de algunos servicios meteorológicos africanos y asiáticos, que explicaban que en algunos países como Uganda o Sudáfrica, así como en Tailandia, Indonesia y Vietnam, los rayos estaban causando tantas muertes como las inundaciones.
“Hay que saber que es más fácil sufrir un accidente por una descarga eléctrica, que ganarse la lotería”, advierte Aranguren. Por eso, como agrega Horacio Torres, “los colombianos deben comenzar a creerse el cuento de que los rayos han dejado de ser una casualidad. Sí matan”.
JAVIER SILVA HERRERA
REDACCIÓN VIDA DE HOY
Tomado de: http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/ciencia/tormentas-electricas-en-colombia_13821498-4

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