Una atalaya contra los elementos
La Catedral de Oviedo sufrió hace once días el violento impacto de un rayo que destrozó toda la instalación eléctrica del templo, cuya reparación se estima en unos 15.000 euros.
Un suceso que dejó a la Catedral sin teléfono y sin parte de la iluminación durante más de una semana, pero cuyos daños fueron mucho menores que los padecidos por el templo siglos atrás, cuando sendos rayos destruyeron por dos veces la torre.
El primero de estos infaustos relámpagos cayó sobre la torre el 13 de diciembre de 1575, destruyendo la flecha y causando serios desperfectos en los pisos inferiores. El suceso fue especialmente grave debido a que la torre llevaba en pie apenas dos décadas.
El cuerpo occidental del templo había sido diseñado por Juan de Badajoz en el año 1500. Pese a que en un principio Badajoz trabajó en un diseño de tres cuerpos con los extremos rematados en sendas torres, finalmente sólo se acometió la meridional, que a cambio gozaría de unas dimensiones mayores a las proyectadas originalmente.
Este cambio de diseño pudo estar motivado por recortes presupuestarios, aunque algunos estudios apuntan a la "moda francesa" de la época, de construir una única torre de unas dimensiones colosales, como posible detonante de ese cambio de proyecto. Sea como fuere, lo cierto es que Badajoz se fue de Oviedo en 1511, cuando apenas había completado el primer tramo de la torre.
Los trabajos se alargarían otros cuarenta años, en gran medida debido a que sucesivas catástrofes se cebaron con el templo ovetense. En la Nochebuena de 1521, un gran incendio arrasó la ciudad de Oviedo. Originado en un horno de pan de la calle Cimadevilla, el fuego apenas dejó intactos el palacio de la Rúa y la mayor parte del entorno episcopal, protegido en la época por una muralla, de tiempo de Alfonso II "El Casto", que rodeaba ese espacio. La fachada principal de la Catedral, no obstante, se cree que sufrió algunos daños.
Apenas unos meses después, el 25 de junio de 1522, la región sufrió un violento temblor de tierra que afectó a diversos edificios de la ciudad. Y en septiembre de ese mismo año, los elementos volvieron a golpear a Asturias, con grandes inundaciones que también afectaron a la capital.
No fue hasta 1551, con el maestro cántabro Juan de Cerecedo "el Viejo", que se concluyó la torre con la colocación de la flecha que la remataba. Un año después, la construcción se coronó con una estructura metálica traída de Flandes: dos bolas y una cruz.
Pero este distinguido remate apenas permanecería intacto dos décadas, ya que fue destruido por el citado rayo que cayó sobre la torre el 13 de diciembre de 1575, día de Santa Lucía de Siracusa. Irónicamente, la mártir siciliana es hoy patrona de los ciegos, las costureras y... los electricistas.
Según Tirso de Avilés, el rayo cayó sobre las seis de la tarde y tiró el chapitel, la cruz de bronce y sus dos grandes bolas. La reconstrucción de la torre fue encomendada a Rodrigo Gil de Hontañón, que sustituyó el chapitel original por un cuerpo de transición con cubos circulares en las esquinas para articular un remate en aguja. Un diseño talentoso y original que le confirió a la torre ovetense la singular personalidad de la que presume aún hoy. La obra fue concluida por Diego Vélez en 1587. Pero el infortunio del templo no acabó aquí y en 1590 un violento temporal desprendió diversas piezas labradas del remate.
La torre, en todo caso, permaneció en pie, sin demasiadas modificaciones, hasta 1723. En aquel año, y de nuevo un 13 de diciembre, otro devastador rayo cayó sobre la torre de la Catedral, en medio de una gran tormenta de cuyos estragos dio fe Benito Jerónimo Feijoo.
"El día trece de Diciembre, a las siete y media de la mañana, prorrumpió la obscuridad ceñuda de un nublado, colocado verticalmente sobre esta Ciudad de Oviedo, en una exhalación de brillantez tan viva, que más pareció llama, que alampaba cuanto se le presentaba a los ojos, que luz forastera a los objetos: a que sucedió pronto el estampido de un horrendo trueno, confundiendo uno, y otro los ánimos; de suerte, que a los más pusilánimes el asombro robó la advertencia, que habían menester para el susto, redimiéndolos el pasmo del miedo; de modo, que por demasiadamente tímidos no temieron, o por lo menos ignoraron que temían", dejó escrito Feijoo.
"Fue así; pues a breve rato", continua el fraile, "se esparció en clamores por la Ciudad, que un rayo había derribado parte de la Torre de la Iglesia Catedral: cuya verdad comprobaron luego los ojos de todos: porque como por su eminencia, se descubría de todas partes, enderezando la vista a aquella cumbre, en la porción, que no vieron de la Torre, vieron el tamaño de la ruina".
Un arquitecto, Francisco de la Riva Ladrón de Guevara, tasó al día siguiente los daños en 60.000 ducados, tras comprobar los destrozos. Para financiar las obras de reconstrucción, según documenta el historiador del Arte Vidal de la Madrid, el cabildo logró que, ya en 1726, el rey de España. Felipe V, concediese a la catedral el arbitrio de un real en fanega de sal.
La reconstrucción se completó entre 1727 y 1731, bajo la dirección del propio Francisco de la Riva Ladrón de Guevara, que respetó el diseño de Gil de Hontañón, y del maestro carpintero José Morán, que tuvo que reconstruir por completo la escalera y el suelo de la sala de las campanas.
No sería este de 1723 el último rayo que caería sobre la Catedral de Oviedo, aunque sí el más destructivo tras aquel de 1575. Además, los destrozos padecidos por la torre entre 1934 y la Guerra Civil aún obligarían a una nueva intervención, en la posguerra, dirigida por Luis Menéndez Pidal.
Pero aquellos dos rayos de Santa Lucía dejaron un hondo recuerdo en el templo. Y es que la torre acabaría poniéndose bajo la advocación de la patrona de las tormentas: Santa Bárbara.
Tomado de: www.lne.es
Un suceso que dejó a la Catedral sin teléfono y sin parte de la iluminación durante más de una semana, pero cuyos daños fueron mucho menores que los padecidos por el templo siglos atrás, cuando sendos rayos destruyeron por dos veces la torre.
El primero de estos infaustos relámpagos cayó sobre la torre el 13 de diciembre de 1575, destruyendo la flecha y causando serios desperfectos en los pisos inferiores. El suceso fue especialmente grave debido a que la torre llevaba en pie apenas dos décadas.
El cuerpo occidental del templo había sido diseñado por Juan de Badajoz en el año 1500. Pese a que en un principio Badajoz trabajó en un diseño de tres cuerpos con los extremos rematados en sendas torres, finalmente sólo se acometió la meridional, que a cambio gozaría de unas dimensiones mayores a las proyectadas originalmente.
Este cambio de diseño pudo estar motivado por recortes presupuestarios, aunque algunos estudios apuntan a la "moda francesa" de la época, de construir una única torre de unas dimensiones colosales, como posible detonante de ese cambio de proyecto. Sea como fuere, lo cierto es que Badajoz se fue de Oviedo en 1511, cuando apenas había completado el primer tramo de la torre.
Los trabajos se alargarían otros cuarenta años, en gran medida debido a que sucesivas catástrofes se cebaron con el templo ovetense. En la Nochebuena de 1521, un gran incendio arrasó la ciudad de Oviedo. Originado en un horno de pan de la calle Cimadevilla, el fuego apenas dejó intactos el palacio de la Rúa y la mayor parte del entorno episcopal, protegido en la época por una muralla, de tiempo de Alfonso II "El Casto", que rodeaba ese espacio. La fachada principal de la Catedral, no obstante, se cree que sufrió algunos daños.
Apenas unos meses después, el 25 de junio de 1522, la región sufrió un violento temblor de tierra que afectó a diversos edificios de la ciudad. Y en septiembre de ese mismo año, los elementos volvieron a golpear a Asturias, con grandes inundaciones que también afectaron a la capital.
No fue hasta 1551, con el maestro cántabro Juan de Cerecedo "el Viejo", que se concluyó la torre con la colocación de la flecha que la remataba. Un año después, la construcción se coronó con una estructura metálica traída de Flandes: dos bolas y una cruz.
Pero este distinguido remate apenas permanecería intacto dos décadas, ya que fue destruido por el citado rayo que cayó sobre la torre el 13 de diciembre de 1575, día de Santa Lucía de Siracusa. Irónicamente, la mártir siciliana es hoy patrona de los ciegos, las costureras y... los electricistas.
Según Tirso de Avilés, el rayo cayó sobre las seis de la tarde y tiró el chapitel, la cruz de bronce y sus dos grandes bolas. La reconstrucción de la torre fue encomendada a Rodrigo Gil de Hontañón, que sustituyó el chapitel original por un cuerpo de transición con cubos circulares en las esquinas para articular un remate en aguja. Un diseño talentoso y original que le confirió a la torre ovetense la singular personalidad de la que presume aún hoy. La obra fue concluida por Diego Vélez en 1587. Pero el infortunio del templo no acabó aquí y en 1590 un violento temporal desprendió diversas piezas labradas del remate.
La torre, en todo caso, permaneció en pie, sin demasiadas modificaciones, hasta 1723. En aquel año, y de nuevo un 13 de diciembre, otro devastador rayo cayó sobre la torre de la Catedral, en medio de una gran tormenta de cuyos estragos dio fe Benito Jerónimo Feijoo.
"El día trece de Diciembre, a las siete y media de la mañana, prorrumpió la obscuridad ceñuda de un nublado, colocado verticalmente sobre esta Ciudad de Oviedo, en una exhalación de brillantez tan viva, que más pareció llama, que alampaba cuanto se le presentaba a los ojos, que luz forastera a los objetos: a que sucedió pronto el estampido de un horrendo trueno, confundiendo uno, y otro los ánimos; de suerte, que a los más pusilánimes el asombro robó la advertencia, que habían menester para el susto, redimiéndolos el pasmo del miedo; de modo, que por demasiadamente tímidos no temieron, o por lo menos ignoraron que temían", dejó escrito Feijoo.
"Fue así; pues a breve rato", continua el fraile, "se esparció en clamores por la Ciudad, que un rayo había derribado parte de la Torre de la Iglesia Catedral: cuya verdad comprobaron luego los ojos de todos: porque como por su eminencia, se descubría de todas partes, enderezando la vista a aquella cumbre, en la porción, que no vieron de la Torre, vieron el tamaño de la ruina".
Un arquitecto, Francisco de la Riva Ladrón de Guevara, tasó al día siguiente los daños en 60.000 ducados, tras comprobar los destrozos. Para financiar las obras de reconstrucción, según documenta el historiador del Arte Vidal de la Madrid, el cabildo logró que, ya en 1726, el rey de España. Felipe V, concediese a la catedral el arbitrio de un real en fanega de sal.
La reconstrucción se completó entre 1727 y 1731, bajo la dirección del propio Francisco de la Riva Ladrón de Guevara, que respetó el diseño de Gil de Hontañón, y del maestro carpintero José Morán, que tuvo que reconstruir por completo la escalera y el suelo de la sala de las campanas.
No sería este de 1723 el último rayo que caería sobre la Catedral de Oviedo, aunque sí el más destructivo tras aquel de 1575. Además, los destrozos padecidos por la torre entre 1934 y la Guerra Civil aún obligarían a una nueva intervención, en la posguerra, dirigida por Luis Menéndez Pidal.
Pero aquellos dos rayos de Santa Lucía dejaron un hondo recuerdo en el templo. Y es que la torre acabaría poniéndose bajo la advocación de la patrona de las tormentas: Santa Bárbara.
Tomado de: www.lne.es
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